Tomada de los brazos por la curva
de un par de interrogantes enormes que se niegan a dejarme ir.
Contenida.
Veo el cielo que poco a poco se ha
ido llenando de nubes que ocultan al Sol. Una tormenta de preguntas en mi mente.
La impresión de nublar cada vez más aquella bóveda celeste con el atisbo de una
respuesta.
Veo asfalto escondido por charcos
de agua. Y una vez más, incertidumbre. ¿Cuándo parará de llover?.
Inútil, inválida, inservible.
¿En qué momento comenzó a aturdirme la lluvia, en vez de desear danzar en ella? Busco significados, soluciones,
motivos. Al intentar crear alguno sólo nublo más el cielo, sólo inundo más el
suelo.
Me dices, interrogante, que has
venido para quedarte pero he elegido no creerte. De castigo me has cegado, e intenté
ser indiferente, pero ya no puedo, ya lo acepto, pues no veo: ni motivos, ni respuestas, ni un Sol en este cielo.
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