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Otra mañana en el café...

       Volvió a sonreír mientras bebía otro sorbo del café servido en una de las tazas del restaurante; parece que el periódico de esa fría mañana no dejaría de sorprenderle. Sumiéndome nuevamente en mis pensamientos tomé otro trozo de pan tostado y me lo llevé a la boca con desgana. Quedaba poco tiempo para iniciar mi rutina diaria, y mucho para el próximo descanso; mucho más aun para volver a navegar en mi mente de la forma libre que últimamente acostumbraba a hacerlo.

         Esta mañana fue como la de cualquier otro viernes: desperté casi demasiado tarde como para llegar temprano al café donde acostumbro desayunar; entré a trompicones a causa del nuevo tapete que colocaron en la entrada con el nombre del local, y en medio de un bostezo le deseé “buenos días” a Mary, la cajera que desde hacía un mes atendía el turno de la mañana. Mientras me sentaba en la mesa habitual observé brevemente el lugar: el viejo Carlos comentaba al mesero sus expectativas en cuanto al clima de hoy (pobre Franco, siempre aparentar interés en sus largos argumentos sólo por un poco de propina extra); sentada a la izquierda del televisor, Rebecca oía atenta las noticias matutinas mientras adelantaba por celular las tareas de la oficina, hoy parecía estar más agitada de lo normal pues sus agudos ahora más frecuentes se proyectaban hasta mi asiento sin dificultad; Juan, como siempre, dirigía con firmeza desde la cocina a los empleados y pedía a uno de ellos que orientase al pequeño Andrés en esta jornada, ya que trabajaría unos dias supliendo a su hermano mientras se ausentaba en otro viaje junto a su equipo de fútbol.

         Todo parecía estar igual que siempre, hasta que de entre la apurada madre que pedía el desayuno para sus hijos, y Sol, que ahora se acercaba hacia mi mesa para retirar mi copa ahora vacía, pude observar algo nuevo. Su cabello oscuro salía en pequeñas ondas bajo aquel sobrero color beige; aquel hombre llamó mi atención por un minuto, nunca le había visto por aquí.
-         -  Asombroso (murmuré)
-          - ¿Disculpe? – Preguntó Sol, moviendo un poco su cabeza hacia mí para escuchar mejor
-        -  Ahmm el café, que sea doble y sin crema por favor…- Dije un poco insegura, aun saliendo de mis pensamientos
-         -   En seguida – Contestó, mientras terminaba de anotar la orden y se retiraba hacia el mostrador

          Parece que me había quedado nuevamente concentrada en una de mis ideas y no había oído llegar a Sol. Me acomodé un poco en la silla e intenté recordar lo que me había atrapado hacía unos instantes; pronto volvió a mi mente aquel hombre sentado junto la entrada. Un vacío se abrió en mi estómago. Inmediatamente volví los ojos hacia él, llena de curiosidad. ¿Qué lo trae por aquí? ¿Por qué sólo toma una taza de café mientras se muestra sereno y ausente?; no tuve más que suponer miles de posibilidades: no tenía trabajo, o por lo menos no uno con grandes responsabilidades; podía estar sólo de paso y esperaba la salida del próximo tren de la estación de la cuadra de arriba. Sus ojos avellana se dirigían hacia un gran maletín marrón en la silla junto a él mientras extraía del mismo un enorme periódico que inmediatamente comenzó a leer. Aparentaba ser alguien maduro, tendría unos 27 años, quizás 30.

          Rebecca hacía sonar sus altos tacones hacia la salida del café. Volví a fijarme en los deberes de hoy.. las noticias.. El café que ahora humeaba un poco frente a mí tratando de llamar mi atención, me sedujo y bebí un poco de él. Había comenzado a sentirme un poco mareada, seguramente por el cansancio que aun inundaba mi cerebro tras haberme trasnochado finalizando la entrega para la clase de diseño. Ahora algo apresurada tomé los cubiertos y me llevé varios trozos del omelette que permanecía casi intacto en mi plato, el tiempo pasó volando y lo único que había comido eran las esquinas de esa tostada de pan. Faltaba poco para que comenzara a ser tarde para llegar a tiempo al… de forma casi inconsciente giré mi cabeza hacia el extraño hombre que me llenó de curiosidad esa mañana: sonreía mientras movía su cabeza asintiendo, seguramente era una algo similar a un inversionista y observaba buenas nuevas en algún área económica.

          Justo después de comenzar a leer la siguiente página una fría brisa entró al local y me hizo estremecer. Casi automáticamente ambos tomamos nuestros abrigos del asiento de la lado: él su largo saco marrón oscuro de cuero quizás?; yo mi suéter beige de cashmere que tanto me agrada usar en esta época del año. Sus ojos buscaban a una de las meseras, quizás la misma que me atendió a mí, pero se encontraron rápidamente con los míos. Angustiada tomé lo primero que conseguí en mi plato y me lo llevé a la boca mientras clavaba la vista en la servilleta contigua a la tasa de café ahora casi vacía. No quise volver a levantarlos hasta que mi curiosidad pudo más que yo y volví a dirigirlos hacia él: la mesera se alejaba de su mesa mientras hacía señas a la cocina para ir adelantando el pedido; él tomó la taza de café y la mantuvo un poco en alto mientras pasaba la siguiente página, una noticia de seguro llamó su atención y unos cuantos segundos después volvió a sonreír mientras bebía un sorbo de café. Unos hoyuelos se dibujaron a pocos centímetros de sus comisuras labiales. Parecía pues, que el periódico de esa fría y atípica mañana no dejaría de sorprenderle. Ni a mí.

         Sumiéndome nuevamente en mis pensamientos tomé otro trozo de pan tostado y me lo llevé a la boca con desgana. Quedaba poco tiempo para iniciar mi rutina diaria, y mucho para el próximo descanso; mucho más aun para volver a navegar en mi mente de la forma libre que últimamente acostumbraba a hacerlo.

Escrito en el 2009

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